martes, 4 de junio de 2013

Telde dice adiós a su último tendero

Desaparece la última tienda de aceite y vinagre del Barrio de San Juan,
 en Telde, que databa de 1914.



“Mientras la cabeza funcione, uno se mantiene, a pesar de que las facultades físicas me van disminuyendo”. La frase es de Francisco Jiménez Betancor, Panchito, el último tendero de Telde, que falleció el pasado sábado tras más de medio siglo al frente de una tienda de aceite y vinagre en el corazón de San Juan.

Panchito, de 89 años, se había convertido en una celebridad del popular barrio teldense, tanto por la sabiduría que destilaba su conversación de perito mercantil -esa era su formación- como por la idiosincrasia del negocio que regentaba en los aledaños de la antigua Plaza Mayor, una tienda que se transformó con el paso del tiempo en todo un pintoresco museo de objetos antiguos.

Y es que los lugareños no sólo paraban en el local de Panchito para tomarse un pizco, sino también para contemplar sus escaparates, repletos de cosas que de alguna manera hablan de la historia del municipio. Desde la báscula para pesar el grano, al expendedor de aceite, sin olvidar una colección de botellas que ilustran cómo eran estas tiendas hace cincuenta años.






Una de esas vitrinas sólo la abría Panchito el Día de Canarias y el Día de San Juan, tal y como contó al periódico La Provincia-DLP en enero de 2007 para explicar, en un reportaje, los entresijos de su establecimiento. En ese escaparate guardaba una botella muy peculiar, un licor de la firma Bols con la figura de una bailarina en su interior -totalmente separada del líquido- que se mueve acompañada del vals El Danubio azul, de Johann Strauss. Le costó 450 pesetas en 1958, pero, más que su valor económico, al tendero lo que le gustaba era rememorar tiempos pasados mientras posaba sus ojos en el humilde espectáculo de su estantería.

Así pasaba los días Panchito desde que abrió la tienda en 1948, entre conversación y conversación con propios y extraños, siempre dispuesto a sacar la cuenta con lápiz y papel, pues gozaba de una excelente memoria tanto para las matemáticas como para calcular nombres, fechas y lugares. Por eso Telde recuerda con pena la muerte del octogenario.


La capilla ardiente estuvo instalada en el tanatorio municipal de Las Rubiesas hasta ayer por la tarde que lo enterraron en el cementerio de San Juan, en el mismo barrio donde Panchito pesaba en su vieja báscula el azúcar, el gofio o las papas. También conservaba una antigua máquina registradora de monedas y billetes, incluso bebidas de la época entre las que no faltaban el brandy Fundador, el ron de Telde y refrescos canarios como el Royal Crown o el Clipper.

                 La Provincia-DLP. 3/6/2013.



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