lunes, 5 de octubre de 2015

El Cabildo tramita la declaración de la Noria de Jinámar como Bien de Interés Cultural

El expediente, que permitirá proteger al inmueble con la categoría de sitio etnológico,
 lleva ya 14 años caminando



Catorce años después de que Telde iniciara el expediente, este jueves pasado entró en el Ayuntamiento la propuesta de resolución del Cabildo por la que se eleva al Gobierno canario la declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) de la Noria de Jinámar con categoría de Sitio Etnológico.


Las cosas de palacio van despacio pero al menos esta vez han llegado a buen puerto y tras 14 años de papeleo, trámites,visitas e informes técnicos, por fin la legislación canaria dará a la Noria de Jinámar la consideración que se merece y le abrirá las puertas del Olimpo patrimonial del Archipiélago, aquel que las instituciones están obligadas a proteger.

La Noria de Jinámar se observa a simple vista desde la GC-1 en dirección Sur a su paso por Telde, agazapada al pie del cantil sobre el que se asienta el polígono industrial Ajimar, frente al lomo donde está el Centro Comercial El Mirador. Es un curioso malacate o ingenio hidráulico para la elevación de las aguas subterráneas que fue instalado hacia 1850 por Agustín del Castillo y Bethencourt, IV Conde de la Vega Grande, para regar su hacienda de Jinámar, hoy ocupada por las torres de viviendas so-ciales que el Estado empezó a construir a finales de los 70 del siglo XX.

La tramitación para declarar BIC la Noria se inició el 26 de julio de 2001, en tiempos de Francisco Santiago de alcalde, cuando entró en el Cabildo un escrito de Telde firmado por Jesús Rodríguez y José Luis Mena, funcionarios de Urbanismo, solicitando la incoación del expediente que acaba de culminar. El primer informe técnico de respuesta tardó 7 años, data de julio de 2008 y fue el que dio el visto bueno a la incoación del expediente. 

El Museo Canario fue consultado y también informó favorable. Pasó un periodo de información pública en 2008, pero no se movió un papel más hasta que en el mandato anterior, el coordinador de Cultura y Patrimonio del Cabildo, Larry Álvarez, dio instrucciones para que se reimpulsaran los trámites. Se modificó el entorno de protección, que ahora alcanza incluso territorio capitalino. Y el 21 de septiembre pasado el nuevo consejero insular, Carlos Ruiz, firmó la propuesta de resolución que permitirá declarar BIC a la Noria. Ahora solo falta que el Gobierno canario selle la declaración por decreto.

A por más ayudas

A Patrimonio Histórico, que dirige el edil Juan Francisco Artiles, se le despeja el camino para conseguir financiación que haga visitable este tesoro industrial, único en España. Tendrán trabajo. Heredan una noria restaurada, pero destrozada por los asaltos impunes del último mandato. 

Estaba lista como Museo del Agua, pero fue destrozado por vándalos La Noria estaba lista para ser visitada. Paneles y equipos informáticos interactivos la habían reconvertido en un divertido, curioso y muy didáctico museo del Agua. Pero no se pudo abrir porque faltaba dotar a la parcela de un acceso en condiciones para las guaguas. Ese obstáculo se hizo insalvable y ha mantenido cerrada la Noria cinco años hasta que se convirtió en diana de los vándalos, que lo destrozaron todo. 

Casi no queda nada del Museo del Agua, pero al menos no pudieron con la estructura ni con parte de la maquinaria en sí, calificada por el Cabildo como uno de los últimos testimonios históricos de la ingeniería hidráulica de esta zona de la Isla. Se trata de un malacate, es decir, un artilugio de ruedas en hierro fundido que se mueve por tracción animal.

Agua de dos galerías

Dentro del conjunto de la Noria pueden distinguirse cinco elementos: el pozo, las obras de fábrica (que es la torre de mampostería y cantería recubierta por un armazón de madera), el mecanismo de elevación del agua situado dentro de la torre y del pozo, el estanque anexo y las canalizaciones de irrigación. El pozo tiene 15 metros de profundidad y muestra una sección circular con un diámetro de 6 metros. Y estaba alimentado por dos galerías perforadas a finales del siglo XIX, una de un kilómetro de longitud y otra de tres.







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